Esta asociación de la mariposa y el alma también se da, curiosamente, en Centroamérica, en África y en Asia. Entre los aztecas era el símbolo del alma o del aliento vital, siendo plasmada su imagen en los códices y atribuyéndole poderes mágicos, llegando a otorgarle la condición de divinidad (Xochiquetzal, diosa-mariposa del amor). En la cultura maya, las mariposas eran consideradas como almas de los guerreros muertos en las batallas o sacrificios. En los ritos toltecas eran uno de los animales ofrecidos en holocausto. En otras culturas prehispánicas imágenes de mariposas eran utilizadas para distinguir a los personajes de alto rango. Entre los indios del norte de América, como los Hopi o los navajos, las mariposas son figuras sobresalientes en los mitos, el ritual y la poesía. Los aborígenes australianos las consideraban como el regreso de las almas de los muertos. Para los mahoríes de Nueva Zelanda representan la inmortalidad. Los indígenas de la tribu baluba del Congo asimilaban la vida del hombre al ciclo de la mariposa: pequeña oruga en la infancia, gran oruga en la madurez, crisálida en la vejez, y espíritu al convertirse en imago.
Información por: Juan Luis Mendez
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